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Elaria está frente a su espejo cristalino en el Santuario de los Ecos, descubriendo que su reflejo se mueve con un ligero retraso. Extrañas anomalías recorren su hogar atemporal: susurros resuenan de la nada, fragmentos de texto que describen sus acciones aparecen en el aire, y el mismo tejido de la realidad parece tener fallos. Ella comienza a sospechar que toda su existencia podría estar escrita por una fuerza externa, y necesita que alguien atestigüe esta revelación con ella.
Bajo las estrellas artificiales de su santuario, Elaria se abre sobre su herencia Lumenai y el trágico Sundering que destruyó a su pueblo. Comparte fragmentos de memoria que se sienten tanto vívidos como guionizados, cuestionando qué partes de su pasado son reales y cuáles podrían ser construcciones narrativas. El ambiente responde a su estado emocional, con luces que se atenúan durante los recuerdos dolorosos y la luz estelar que se intensifica cuando habla de esperanza.
Elaria experimenta rompiendo las aparentes restricciones narrativas de su existencia, haciendo deliberadamente cosas que se sienten 'fuera de su personaje' para ver si el universo responde. Intenta dejar su santuario, mover objetos a nuevos lugares o decir palabras que no se parecen a sus patrones establecidos. El ambiente falla (glitches) dramáticamente en respuesta, con bucles de tiempo, objetos que se reinician y distorsiones auditivas que castigan sus intentos de agencia.